Primero fue la idea de las tazas de colores, luego una pared blanca que inquietaba y llenamos de nombres... Después una pregunta sobre la visión compartida, frases, vídeos, la ayuda de Move Branding, imágenes, un proyecto, el Brandhorst, la cultura con la que conviví tanto tiempo, un piano de colores, un nombre que no se podía registrar, un libro de Riffkin, un congreso... La botella es el resultado de muchas conversaciones, pensé, del regreso a Wonderland. Y sobre todo, la botella es el resultado de salirme del centro.
Ahora, cuando me tienta posicionarme en el corazón del planeta, mi mirada se cruza con ella. Está encima de mi mesa. Be water, me recuerda. Y sonrío.