domingo, 16 de diciembre de 2012
El extraterrestre
Hoy he vuelto a verle. Tres décadas después de la primera vez.
Por aquel entonces lo que más me maravillaba era que pudiera hacer volar una bicicleta. Porque en esa época, todo lo demás me parecía completamente normal. Con siete años hubiera hecho exactamente lo mismo que Elliott. Me hubiera hecho su amiga, le hubiera escondido en mi casa y a pesar de no querer que se fuera, le habría ayudado a volver a su planeta sin dudarlo.
Hoy, con los mismos ojos pero con otra mirada he visto lo extraordinario del asunto.
Y me ha dado qué pensar.
E.T. da una lección magistral sobre comunicación, algo que los niños hacen de forma natural. Supongo que por eso sólo se entiende con ellos.
Y luego está el tema de admitir y respetar lo diferente, que en la película de nuevo es una cualidad de los niños.
No sé en que momento perdemos esa visión, en qué momento comenzamos a defendernos de lo que no nos encaja. Las escafandras son todo un símbolo de cómo afrontamos lo desconocido.
Y la despedida de E.T. no puede ser mejor. "Estaré aquí mismo" señalando el corazón de Elliott antes de fundirse en un abrazo y desaparecer en una nave con estela de arco iris.
Me gustaría parecerme a Elliott aunque a veces no lo consiga. Hay veces que también me siento como E.T.
En todo este tiempo he encontrado algunos Elliotts por ahí dispuestos a ayudarme cuando parece que vengo de otro planeta. Gracias a todos ellos espero dejar algún día una estela multicolor. Un final absolutamente buntiano.
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